Inútil resulta la solución presidencial propuesta para reslover el clima de inseguridad que vivimos, a no ser que el objetivo de comprar más armas y equipos, sea otro distinto al de procurar tranquilidad a todos los habitantes y visitantes de este país.
Mientras no sean atendidas eficientemente las nececidades básicas de millones de personas que diariamente luchan por sobrevivir dentro de un sistema económico que considera a los individuos como clientes y no como ciudadanos, nada cambiará, y por el contrario, seguiremos siendo atemorizados testigos de atroces crímenes que sólo contribuyen a incrementar más el interminable círculo vicioso de la violencia.
Las acciones tomadas por el gobierno federal para frenar a las bandas delictivas, no sólo no han logrado detener los muertos que a diario aparecen a lo largo y ancho de nuestro país, sino que el número de esos cadáveres crece día tras día, y mientras tanto, a las filas de la delincuencia se siguen sumando funcionarios públicos encargados de combatir a la misma delincuencia. En la mayoría de las detenciones nos encontramos con policías y agentes retirados ó en funciones, que de una o de otra manera participan en la comisión de los delitos que persiguen, sin embargo, "el presidente del empleo" insiste en otorgarle más recursos a las instituciones de seguridad nacional gangrenadas por la corrupción.
En el mejor de los casos podemos pensar que su obtusa visión no les permite ver con claridad las circunstancias que originan toda esta problemática, pretenden acabar con la violencia ejerciendo su facultad legal de aplicar la violencia, como apagar un incendio con un fuego más grande. Toda esta problemática tiene un orígen que el gobierno federal conoce bien, pero que no esta dentro de la agenda de aquellos que los colocaron en el poder.
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