
Sexenio tras sexenio, la frenética y despiadada concentración de poder y de riquezas, ha reducido progresivamente nuestras oportunidades de obtener un ingreso justo, que cumpla con lo establecido en las leyes consagradas en nuestra constitución, que a la letra especifica: “Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos. Los salarios mínimos profesionales se fijarán considerando, además, las condiciones de las
distintas actividades económicas” (Artículo 123) , la cual evidentemente desde su promulgación en 1917, jamás se ha cumplido.
Y ya sea porque un salario no alcanza, o porque de plano a nadie ya le interesa cumplir con la ley, la realidad es de que a pesar de las cuentas alegres que el discurso oficial nos cuenta, este fenómeno no sólo persiste sino que crece diariamente expandiendo sus indefinidos límites más allá de las calles y los cruceros viales de las grandes urbes.
El infinito desfile de escándalos que a diario escriben la infame historia contemporánea de este vapuleado país, nos ha revelado “accidentalmente”, que no todo el comercio informal es ejercido por el mismo tipo de personas en las mismas condiciones de clandestinidad, ya que un lujoso y exclusivo restaurante o hasta una oficina en Bucareli con testigos de no se de qué clase de “honor”, sirve para que se comercialicen las cosas que afectan negativamente la vida de millones de personas, en beneficio de las insatisfechas y patológicas ambiciones de unos cuántos.
Imagínense el “diálogo y la negociación”, ¿cuánto por mi “reforma fiscal”?, ¿cuánto por no estorbarle a mi copetudo “candidato”?, ¡ya ni siquiera guardan la compostura! Ahora unos a otros se empujan, se acusan y se desmarcan para mantenerse en pie sobre la tambaleante y minúscula base de la ética y la moral de la política nacional que hoy, hoy, hoy, no soporta siquiera, el volumen de un pequeño ratón.
Y nadie sabe ni nadie supo, lo que sí sabemos es que “haiga sido como haiga sido” hoy, hoy, hoy, estamos pagando más impuestos, el dinero nos alcanza para menos, y la pobreza continúa incrementándose en todos los sentidos.
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