POR: el chilangosapiens
A unos cuantos meses de la elección federal que renovó las curules en la cámara que dice representar los intereses de todos nosotros, la mayoría de nuestros recién estrenados diputados nos han recetado además de deplorables espectáculos propios de un país controlado por talk-shows y toda clase de “shows”, el costo de una crisis económica que nosotros no provocamos, por el contrario, la financiamos y lejos de ser reconocidos por nuestro sacrificio, somos obligados a sacrificar aún más por “el bien de los más pobres”.
Pero el bien de los más pobres no se refiere a aquellas víctimas de las políticas antisociales aplicadas desde el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, sino más bien se refiere a un reducido grupo de sujetos pobres de espíritu que no encuentran satisfacción para su patológica ambición.
El enorme problema social de la pobreza ha sido envilecido y reducido a una frase que se utiliza con fines publicitarios, para manipular y hasta chantajear la voluntad de las adormecidas conciencias de un país que vive de la esperanza.
A estas alturas la intención de un sujeto por participar en la vida política de nuestro país resulta ser moralmente injustificable. El desprestigiado estado que guardan las instituciones que gobiernan a nuestro país, es el resultado de los personajes que han transitado por éstas, y sólo puede atraer a otros personajes que comparten las mismas características de sus predecesores. Sus malsanas motivaciones deberían ser objeto de estudios psicoanalíticos aún antes de ser candidatos, si hoy en día hacen falta propuestas que resuelvan el problema de la falta de dinero que requiere nuestro estado para resolver los problemas que se avecinan, podríamos comenzar aplicando estudios psiquiátricos a los futuros funcionarios que aspiran a vivir, y a vivir muy bien de los impuestos que se le cobran a un reducido sector de la población.
Es justo ¿no?, si a cualquiera de nosotros se nos aplican pruebas psicométricas y hasta psicológicas cuando solicitamos un empleo, con mucha más razón se deberían de aplicar estudios más rigurosos a alguien que aspira a ejercer un cargo público de importante relevancia. Nada más recordemos a nuestro expresidente Fox, a quien la mismísima iglesia católica, ésa a la que pertenece y dice profesar, lo descalificó como un sujeto emocionalmente inestable, lástima que la noble iglesia católica no nos lo informó sino hasta que el sexenio terminó.
Podría ser ésta una de las más de las chuscas historias, siempre y cuando no se remitiera a la persona que condujo los destinos de millones de personas que confiaron en su palabra de mejorar las condiciones de vida de un país empobrecido por un régimen totalitario, lo que confirma lo dicho sobre la similitud en las características que guardan los políticos de alto rango. Y lo peor es que todavía tienen el cinismo de decirnos: ¿querían democracia no?. ¿Podrá existir criatura más perversa en todo el reino animal?.
Y así es como nuestros diputados agradecen la privilegiada vida que llevan gracias a la voluntad de sus votantes, con más impuestos que no van a servir para resolver el problema de la pobreza, sino que lo mantendrán vigente para asegurar la subsistencia de las generaciones venideras de políticos que llegarán con la promesa de resolverla. Y mientras tanto nosotros nomás votando y esperando, ¡sigámosle entonces!.
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